Avril 2009 - Vol. 29 > English

Los Guerreros Van A Descansar

por Miguel Vargas Arroyo

Nuestro canto “Por los gloriosos santos del ayer” es un himno que me inspira de manera muy especial. Aunque siempre lo había asociado a los siervos de Dios a través de los siglos, últimamente este canto me hace pensar en los fundadores de la Espada del Espíritu. Debo decir que admiro profundamente a los hombres y mujeres de la ‘primera generación’ en comunidad, por eso quiero reflexionar en su vida, en su sacrificio y en su respuesta al llamado de Dios. He tomado del canto citado el título de este artículo.

Quien entrara hoy a mi comunidad, la comunidad Árbol de Vida, encontraría una estructura bien armada. Nuestras asambleas son los sábados por la tarde en un local construido por la comunidad. Tenemos ocho coordinadores y cinco más que están en formación; hay varias responsables mayores, tres sectores y unos trescientos adultos. Hay varios programas de misión, una serie de políticas que rigen nuestro modo de vida, tenemos cursos los jueves en la noche, un encuentro comunitario al año, paseos, campamentos de jóvenes, celebraciones de los tiempos del año… Mi comunidad está bastante armada, quien entrara hoy en ella podría creer que siempre ha sido así.

Ocurre lo mismo cuando entramos a un gran edificio. Encontramos enormes ventanales por donde el sol inunda con su luz los amplios pasillos que llevan de un salón a otro. Tal vez haya una fuente en un vestíbulo común; podríamos ver ascensores en varios lugares, salidas de emergencia, diseños arquitectónicos innovadores y toda clase de detalles que nos podrían abrumar. La grandeza del edificio podría engañarnos, y hacernos creer que fue fácil construirlo. Pero lo cierto es que detrás de esa grandeza hay horas y horas de trabajo de cientos de personas. Arquitectos, ingenieros, albañiles, constructores, electricistas, plomeros, diseñadores.. Ese edificio se construyó con el sudor de tanta gente, su cansancio, su agotamiento. Algunos pusieron su vida en peligro para instalar los ventanales más altos, otros gastaron horas de sueño diseñando planos, algunos supervisaron cada paso de la construcción, otros sólo aportaron un pequeño detalle. Pero al final, el edificio no se hubiera concluido sin el esfuerzo de tanta gente. 

Así ocurrió también en la Espada del Espíritu. Cada elemento que caracteriza el modo de vida de nuestra comunidad de comunidades tiene detrás el esfuerzo de nuestros fundadores. Horas en avión, largas conversaciones telefónicas, cadenas de correos, cansadas deliberaciones… todo esto se encuentra detrás del gran edificio de nuestra comunidad.

Los que pasaron antes que nosotros, los santos del ayer, respondieron a un llamado de Dios y se entregaron de corazón a la edificación del baluarte que Dios soñó. Por las venas de la Espada del Espíritu corre la sangre de estos hombres y mujeres que fundaron la comunidad. Ellos son las piedras que soportan todo el peso del baluarte. Ellos son los pioneros, los que conquistaron la tierra, los que cruzaron a pie el Mar Rojo. Durante más de treinta años nuestros fundadores han caminado como Abrahán, dejando su tierra y buscando la promesa de Dios.

Mi generación llegó a una comunidad que ya estaba levantada; algunos nacimos en ella, otros fueron llevados por los distintos caminos de Dios. Sería fácil contemplar el edificio y creer que fue sencillo construirlo. Pero no es así. Los nacidos en comunidad olvidamos fácilmente el esfuerzo de nuestros padres, hemos crecido protegidos por el baluarte, pero el Señor nos llama a tomar nuestro lugar.

En el ocaso el sol se oculta ya,
Y los guerreros van a descansar…1
Están cambiando los tiempos, la primera generación ha luchado la buena batalla y es tiempo para que la segunda generación ocupe el frente de batalla.

Es tiempo de que tomemos nuestro lugar como líderes en la misión de nuestras comunidades. Es tiempo de hacer nuestro el llamado de ser un baluarte que proteja a los más débiles. Es tiempo de entregar nuestras vidas, nuestras profesiones, nuestros trabajos, nuestro tiempo y nuestra fuerza para servir al Señor. Es tiempo de dejar atrás nuestros miedos y confiar en el Señor pues él estará con nosotros. Es nuestro tiempo para renunciar al mundo y caminar hacia Dios, para poner las manos en el arado y dejar de ver hacia atrás. Es tiempo de ser diferentes al resto de los jóvenes del mundo. Es tiempo de reflejar la luz de Cristo y llevarla a otros que todavía están en tinieblas.

Como nuestros fundadores, no debemos confiar en nuestra fuerza, o nuestras habilidades; debemos abandonarnos en el Señor. Necesitamos una firme convicción de que esta es la voluntad de Dios para nosotros, y tomar decisiones fuertes. Hemos recibido mucho, deberíamos dar mucho a la causa del Reino. Debemos renunciar a nuestra comodidad e ir a la batalla como brechistas, como líderes de misión, como gente consagrada; con matrimonios santos, o como solteros y solteras para el Señor.

Cuando Moisés murió, Josué tuvo que reemplazar a un líder inigualable. Toda su admiración por Moisés no podía hacerlo sentirse incapaz para la tarea, la marcha del pueblo de Israel debía continuar. Hoy, nuestros Moisés, los guerreros van a descansar, y es tiempo de hacer el relevo. Una verdad nos consolará:

“El padre ha escogido a los pequeños sin poder, para avanzar su Reino y al enemigo poder vencer.” 2

1 Por los gloriosos santos del ayer, letra de William W. How, traducción de Carlos A. Vargas
2 Adelante, Letra y Música de John Keating
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